Hoy en día, la protección contra la radiación solar es un tema muy comentado, y la mayoría de las personas ya conocen los efectos perjudiciales al no tomar acciones sobre este tema. Sin embargo, la protección contra otros espectros de luz, fuera del rango de radiación ultravioleta (UVA/UVB), sigue siendo un desafío que muchos formuladores tienen que enfrentar.
Durante mucho tiempo, el foco de la fotoprotección fue la prevención de los efectos inmediatos de la radiación UVA y UVB (cuyas longitudes de onda son respectivamente 320 a 400 nm y 280 a 320 nm). Sin embargo, hoy en día se sabe que la exposición crónica a otros espectros de luz, como el infrarrojo (principalmente el llamado «infrarrojo cercano», cuya longitud es entre 760 y 1400 nm), también puede generar efectos asociados con el fotoenvejecimiento.
Además, las exposiciones a la luz visible (400 a 760 nanómetro) pueden también dar lugar a los cambios en la pigmentación cutánea que pueden durar por semanas en individuos con pieles sanas.
Por lo tanto, la protección de la piel no debe limitarse a la radiación UVA y UVB, sino también a la luz infrarroja y a la luz visible.
La luz visible representa alrededor de 40% a 45% de la radiación que llega a la superficie de la tierra. Pocos estudios han investigado los efectos biológicos de este espectro de luz en la piel humana, pero se ha reportado que la exposición a esta luz puede causar cambios en la pigmentación, eritema y la producción de radicales libres.
En 2010, se realizó un estudio para comparar los efectos de la exposición a la luz visible y la radiación UV. En este estudio se utilizó una fuente luminosa que emite 98,3% de luz visible, en la que se expusieron las pieles de individuos con fototipos de IV VI. Este estudio demostró que la pigmentación inducida por los espectros de luz visible era más oscura que ésas producidas por la radiación UVA. Por otra parte, cuando la exposición fue inducida en dosis más altas, la pigmentación fue rodeada por el eritema, que desapareció 2 horas después de la exposición.
La luz visible tiene un papel importante en las condiciones exacerbadas por la exposición solar, tal como el melasma y la hiperpigmentación post-inflamatoria que son especialmente comunes en individuos con las pieles más oscuras (fototipos III a VI).
Los fotoprotectores orgánicos (químicos) disponibles en la actualidad no son suficientes para proteger la piel de los efectos de la luz visible, y sólo los filtros físicos no-micronizados, como el óxido de zinc y el dióxido de titanio, son posibles para bloquearlo parcialmente, ya que estos compuestos reflejan y eliminan la radiación. Sin embargo, tales compuestos tienen coloración blanca opaca, son insolubles en agua y pueden dejar el residuo blanquecino en la piel, que puede ser inaceptable para muchos consumidores.
Más del 50% de la radiación solar que afecta a la tierra se compone de radiación infrarroja (760 nm-1 mm). La radiación más estudiada en esta gama es el infrarrojo cercano, que representa sobre ⅓ de la energía solar total; Y es capaz de penetrar en la piel humana, afectando directamente a las células ubicadas en la epidermis, dermis e hipodermis, produciendo efectos perceptibles a su temperatura.
El infrarrojo ahora es reconocido por tener efectos biológicos sobre la piel humana, que incluyen la activación de especies reactivas de oxígeno, degradación y reducción en la expresión de colágeno, inducción de angiogénesis y aumento en el número de mastocitos (células inmunes asociados a procesos inflamatorios).
La repetitiva exposición a la radiación infrarroja se asocia a la piel que se arruga, una característica del fotoenvejecimiento.
Actualmente, hay pocas opciones de filtro físico o químico específico para la protección contra la radiación infrarroja. Probablemente algunos filtros físicos, como el dióxido de titanio, serían efectivos en este sentido, pero hay una cierta dificultad en encontrar estudios que prueben esa afirmación.
Según varios estudios, los antioxidantes, cuando se aplican por vía tópica, también pueden ser beneficiosos contra los efectos de la radiación en la piel.
Los fotoprotectores tradicionales ofrecen una protección eficaz contra el eritema, pero no son tan efectivos al tomar en cuenta su capacidad para combatir las especies de oxígeno reactiva (EROs) formadas en reacción a la exposición a los diversos espectros de Luz, especialmente los UVA. Por lo tanto, para reducir esta formación de radicales libres y, consecuentemente, evitar el daño que causan a la piel, una estrategia interesante es la adición de activos antioxidantes a las formulaciones de fotoprotectores.
Algunos estudios han demostrado que el uso de fotoprotectores con la adición de antioxidantes resultó ser más eficaz que el uso de fotoprotectores aislados, en relación con la reducción de los cambios en la piel que demostraron ser inducidos por la exposición a los rayos UV, tales como la pigmentación excesiva, las células de Langerhans disminuidas (células asociadas a la iniciación de procesos inflamatorios en la piel) y la inducción de la matriz metaloproteinasas (enzimas que degradan la matriz extracelular).
Tales datos indican que la adición de antioxidantes a los fotoprotectores representa una manera eficaz de reducir aún más los efectos nocivos de los varios tipos de radiación solar en la piel.
Los antioxidantes que tienen estudios que demuestran su efectividad en este sentido incluyen la vitamina A (retinol), la vitamina C (ácido ascórbico), la vitamina e (α-tocoferol) y (E)-epigalocatequina-3-galato (los polifenoles contenidos en el té verde).
Los antioxidantes son compuestos inherentemente inestables, y por lo tanto es difícil establecer una concentración eficiente de estos activos para la formación de una composición estable y biológicamente activa de los fotoprotectores. Cabe destacar que, aunque los productos fotoprotectores son excelentes modos de protección, siempre deben ser utilizados en combinación con otros medios, por ejemplo, la búsqueda de ambientes cubiertos de sombra, el uso de gafas de sol, sombreros, ropa que cubra las áreas sensibles o afectadas de la piel, etc.
Referencia
Lim H. W., Arellano-Mendoza M-I., Stengel F. [Current challenges in photoprotection] J Am Acad Dermatol Vol 76, No 3, March 2017